CRÓNICA

CRÓNICA DE LAS II JORNADAS SOBRE LIBREPENSAMIENTO

El pasado miércoles 17 de junio dieron comienzo estas II Jornadas en el, no nos cansaremos de repetir, precioso Teatro de las Aguas. Tras la presentación de las mismas, la Federación Internacional de Ateos (FIdA) expuso su proyecto y la visión que del activismo ateo tiene esta organización: “El proyecto FIdA pretende ser un escenario de ideas, pero ante todo un mecanismo de ataque. De ataque a los fundamentalismos […] La ironía, la burla o la sátira constituyen una excelente herramienta, dado que ponen al descubierto el carácter superfluo y parasitario del clero, dejando en evidencia la inanidad de su discurso ultraconservador”.
En el debate posterior se trataron temas como la movilización social contra el clero, la ridiculización de los dogmas, la apostasía, la excomunión… en definitiva, un debate con opiniones diferentes y en ocasiones acalorado pero enriquecedor del saber individual y colectivo.
A continuación fue representada la fábula del Marqués de Sade “Diálogo entre un sacerdote y un moribundo” por la asociación La Leonera. Extraordinaria representación.
Al comienzo de la interpretación una breve intervención del director –Eduardo Fuentes- nos aclaró cómo había sido la preparación de la puesta en escena. Lectura escenificada que conmovió a los asistentes por la magnífica interpretación de los dos actores que llevó al finalizar la misma a un sincero, unánime y cerrado aplauso que se mantuvo durante varios minutos. Emocionante.
El segundo día fue dedicado a la relación de la religión con el Estado y la política. En la exposición introductora al tema el compañero Alfredo señaló tres características de la religión: rito, mito y jerarquía. Así como de la utilización que toda religión hace de los miedos humanos. Habló de varias civilizaciones en las que de alguna manera se había desarrollado la mística o la religión. De cómo la revolución liberal lo que hace es legalizar todas las religiones, pero no para que se anulen las unas a las otras sino para utilizarlas a todas. También habló de la religión en los antiguos (y actuales) países con capitalismo de Estado, es decir, los comunismos autoritarios, donde el Partido asume las veces de religión con sus dogmas infalibles, sus ritos y su jerarquía, hasta incluso con su Inquisición.
Pasado el ecuador de las Jornadas, el abordaje del tema propuesto fue desde el punto de vista filosófico. Elena hizo un recordatorio de la exposición del año anterior, pues ésta es su continuación. Concepto lineal del tiempo (pasado, presente, futuro), la idea de progreso como secularización del cristianismo, concepto mente-tiempo ¿por qué seguir una línea única? El peligro del pensamiento único en todos los órdenes, diferencia entre Razón y razón, por qué hay cosas y por qué hay Dios. Muy interesante introducción que dio paso a un debate no menos interesante en el que se trató la plasmación de las ideas en la realidad y las luchas sociales. ¿Por qué el capitalismo y el Estado absorben las luchas? Tiene que ver mucho con la uniformidad de las reivindicaciones y el concepto lineal, la única tendencia que se sale de esto es el anarquismo por la diversidad de su movimiento. La coherencia entre la idea de progreso cristiano y la inmovilidad de la Iglesia… muchos fueron los conceptos tratados llevados a la realidad.
Llegó el cuarto día y el cierre de las Jornadas con la realidad de la relación entre el Estado y la Iglesia católica. Los casos de corrupción, el dinero que el Estado le da a la Iglesia. La participación de ésta última en casos de tortura en África, y cómo estas prebendas no se dan únicamente con gobiernos de derecha, el actual gobierno socialista que quiere ser “estandarte” de la laicidad le concede a la Iglesia más dinero y cuotas de poder. El ejemplo de Córdoba, las relaciones de Izquierda Unida con Cajasur y el clero desde tiempos de Julio Anguita, y los favores recibidos. La relación directa entre parte del movimiento antiglobalización con la Iglesia. Toda la exposición del compañero Julio estuvo muy documentada.
En el debate surgió un tema que será abordado en futuras Jornadas, y es el de los cristianos de base que aparecen como desvinculados con la Iglesia cuando en realidad la función que cumplen es la de evangelizar para mantener en la mansedumbre a las clases más bajas en favor de las altas.
Y así llegó el final de unas Jornadas con debates en profundidad en busca del pensamiento crítico, la libertad y el desarrollo de cada uno según su voluntad.
La clausura de las Jornadas consistió en una festiva lluvia de hostias, simpático broche de oro que invitó a todos a las del próximo año, que ya se están empezando a elaborar.
Ni dios ni amo.
Grupo Anarquista Volia (FAI)

* IIª JORNADAS LIBREPENSAMIENTO


DEL 17 AL 20 DE JUNIO DE 2009
TEATRO DE LAS AGUAS C/ DE LAS AGUAS Nº 8, MADRID
LOS ACTOS COMENZARAN PUNTUALMENTE A LAS 19.30.
ENTRADA LIBRE.
ORGANIZA: GRUPO ANARQUISTA VOLIA (FAI)

Dedicatoria

DEDICATORIA

Dedicamos estas Jornadas a los compañeros y compañeras del Ateneo Libertario del Puente de Toledo de Madrid, en especial a los compañeros en aquella época mayores. Sabemos que cuando se hace una dedicatoria alguien queda fuera, pero, aunque el Ateneo desapareció hace algunos años, su huella en nuestra vida es tan grande que no queremos dejar pasar esta ocasión para recordarles. Por todo lo que nos enseñaron esos albañiles, fontaneros, carpinteros, cocineros, encofradores, contables, sastres, comerciales, repartidores… porque nunca, nunca, nos dijeron lo que debíamos hacer, porque nunca, nunca, nos reprocharon nada (y méritos hicimos para ello), porque nos enseñaron que la experiencia es un proceso personal; porque nos enseñaron que antes que anarquista hay que ser honrado, buena persona y buen profesional, porque para ser respetado hay que respetar; por su rebeldía jamás doblegada pese a la persecución y al ensañamiento del Estado con duros y largos años de cárcel; porque nos enseñaron que el amor, para ser amor, ha de ser libre; porque nos enseñaron que el conocimiento nos hará libres y que cada cual ha de desarrollarse según su propia voluntad y sus inquietudes; porque nos enseñaron a comprender la lectura, todo tipo de lectura, no solo la que nos regala la vista; porque la Revolución no la haremos los anarquistas sino la sociedad cuando acepte nuestro ideario y en la medida que lo acepte, por ello ha de ser conocido; porque al Estado, a la Iglesia, al Ejército, al Capital ni agua ni pan ni sal, porque las personas prevalecen sobre las instituciones; por lo bien que nos lo pasamos contando chistes, por su anonimato, por… enseñarnos a ser libres e íntegros en todos los órdenes de la vida, porque ésta merece ser vivida, a ellos y a muchos más, con todo nuestro amor dedicamos estas Jornadas.

Presentación

PRESENTACIÓN


Nos complace presentaros e invitaros a estas Segundas Jornadas sobre Librepensamiento. En esta ocasión el debate que proponemos gira en torno a la necesidad que de la Iglesia tienen el Estado y el principio de autoridad que lo sostiene, y de la necesidad del cambio de principios, actitudes y comportamientos para no repetir los derivados de la religión.Para ello contamos con la inestimable colaboración de nuestros compañeros y amigos conferenciantes que expondrán sus trabajos relacionados con esta cuestión desde distintos puntos de vista: ideológico, filosófico y cómo se plasma esta relación en la realidad. Tras sus intervenciones, como es habitual en nuestros actos, el debate libre para contrastar opiniones y ampliar conocimientos.

Pero, lo que sin duda nos ha dado una de las mayores alegrías que hemos recibido últimamente es poder ofrecer, por fin, la representación de “Dialogo entre un sacerdote y un moribundo” del Marqués de Sade. Y ello gracias al trabajo de la Asociación Cultural “La Leonera”, asociación de ámbito nacional integrada por un grupo de actores y lectores profesionales que se han propuesto elaborar una técnica de lectura en voz alta.

Para finalizar, agradecer a compañeros, simpatizantes y amigos que han colaborado para que estas Jornadas puedan llevarse a cabo. Esperamos que la propuesta sea de vuestro agrado y contemos con vuestra presencia y participación en el Teatro de las Aguas, donde podréis disfrutar entre el dorado y el rojo del teatro a la italiana.

Por la anarquía. Ni dios ni amo.

Programa de las Jornadas

PROGRAMA DE LAS JORNADAS

v MIÉRCOLES 17
19.30: Presentación-Debate “El Proyecto FIdA” y “Manifiesto por la Excomunión”
Paco Miñarro. Federación Internacional de Ateos (FIdA)

v MIÉRCOLES 17 A LAS 22.00
22.00: Teatro: “Diálogo entre un sacerdote y un moribundo” del Marqués de Sade. Interpretado por la La Leonera

v JUEVES 18
19.30: Conferencia-Debate "Estados y dioses"
Alfredo G

v VIERNES 19
19.30 Conferencia -Debate“Okupas en la casa de dios”
Elena Sánchez Gómez. Profesora de Filosofía. Miembro del Consejo de Redacción de Germinal. Revista de Estudios Libertarios.

v SABADO 20
19.30 Conferencia-Debate “Relaciones Iglesia-Estado en la actualidad: Entre el chantaje y el parasistismo”
Ponente: Julio Reyero. Grupo Anarquista Albatros (FAI)

Conferencia: "Proyecto FIdA" y "Manifiesto por la Excomunión"

Miércoles 17 de junio a las 19.30 h

El “Proyecto FIdA”
En cierta ocasión, un columnista nos tachó de ser “el colmo del europeísmo”. Por entonces, la FIdA andaba detrás de la creación de una plataforma ciudadana que rechazara el entusiasmo popular inducido con descaro por los promotores de la visita del Papa Ratzinger a Valencia (España). Parecía que por primera vez, tímidamente, el Occidente latino posmoderno despertaba de su letargo clerical y plantaba cara al teócrata de Roma y a quienes, desde la desvergüenza del poder público, financiaban un espectáculo preñado de reminiscencias medievales. No le esperábamos –tal fue el lema que movilizó a la masa crítica-. Y ello no porque nos pillara desprevenidos, sino porque declarábamos así non grato tanto al personaje como a su estrategia de ocupación. Se puede ser europeísta, hoy, también en Colombia, en Perú o en Argentina; en América del Norte, en Asia o en Nueva Zelanda. Lo que el periodista criticaba era nuestra vinculación a un pensamiento radical ilustrado, en cuyo origen encontramos la clave idónea para transitar por esta época de “resistencia racionalista”: el proyecto de autonomía ciudadana.Su rasgo más evidente consiste en privilegiar las decisiones personales por encima de lo que nos llega impuesto por la autoridad o por la tradición. Lo que rechazamos es la sumisión del individuo a preceptos cuya legitimidad proviene del terreno de lo imaginario, de creencias mágicas y de doctrinas morales impositivas, caracterizadas por diversas fobias: al cuerpo, a la naturaleza, al método científico o a la simple felicidad. Nuestro ateísmo no es minimalista, no se detiene sólo frente a la teología. Por el contrario, pretende no limitarse a la crítica y proponer vías gozosamente constructivas. Aspira, por ello, a adentrarse en una dinámica política, puesto que los dioses también se ocultan –o se manifiestan- en forma de parábolas de mercado, de propaganda mediática y de control social.Acabar con la influencia de los dogmas e instituciones sagradas implica además la negación del idealismo filosófico, y con ello la ruptura con el Estado entendido como organismo metapolítico dominante. También con las estructuras del servilismo o de la mansedumbre (nación, fábrica, familia, empresa, centros de adoctrinamiento y de ocio dirigido, etc.). La reivindicación del individuo como único poseedor y constructor de derechos obliga al rechazo de las pretensiones comunitaristas, pero a la vez apunta al favorecimiento de la libre asociación y a la integración en proyectos de emancipación auténticamente “terrenales”, los únicos con capacidad para destronar a la metafísica y a la religión del panorama ideológico contemporáneo.De ahí la importancia estratégica que concedemos a los “derechos del cuerpo”: el aborto, la libertad sexual, la eutanasia, la reivindicación del suicidio. En tanto se tolere la condena a estos derechos se asegura la supervivencia de códigos patriarcales, ligados al mantenimiento de jerarquías y mecanismos liberticidas. Hechizadas por el mito y por el pensamiento coactivo, las sociedades humanas se instituyen como territorios de vasallaje, en los que ninguna liberación real es posible y en los que se perpetúan roles diseñados para inmovilizar a las fuerzas creativas del individuo.Transformar esos territorios de vasallaje en espacios de autonomía requiere, en primer lugar, de la aplicación correcta de herramientas de crítica y de denuncia. No se trata de atacar a la religiosidad en sí, como forma de experiencia personal, ni de proponer un diálogo con los creyentes en la línea de algunos movimientos laicistas actuales. Secundariamente podríamos abordar el análisis del concepto “dios”, dado el marco preeminentemente monoteísta en el que se manifiestan los actuales conflictos religiosos, y para ello apelaremos con preferencia a las investigaciones de Feuerbach o a la corriente radical de la Ilustración. Esto reduce la idea del dios personal a una especie particular de latrocinio frente a la naturaleza, al desplazamiento y a la proyección psicológica de los contenidos simbólicos de la materia hacia entidades supranaturales que desempeñan un papel crucial en la construcción de los esquemas sociológicos de control mencionados. Aquí residiría la clave para una crítica filosófica de la religión, más dirigida a la estructura que al contenido propio de las creencias.Pero esta crítica ha de desplazarse desde el análisis de los contenidos imaginarios de la conciencia a la evidente realidad de las estrategias y ofensivas clericales en búsqueda de un totalitarismo ideológico capaz de cubrir todo el espectro de la experimentación social. Ya no se reducirá, entonces, a una crítica “pensada”, sino que tenderá a transformarse en denuncia explícita y, por lo tanto, a definirse como acción directa y como fuerza de presión. En estas coordenadas prácticas planteamos el “proyecto FIdA”. Alertar contra los fundamentalismos y contra sus ansias de ocupación equivale, sobre todo, a poner de manifiesto su espíritu tutelar y a reivindicar el objetivo de una sociedad dueña de sus decisiones.En consonancia con ello, la defensa de la absoluta libertad de expresión es una de nuestras principales preocupaciones. Esta libertad se desea domesticada y filtrada por un hipotético y superior derecho a la protección de las corporaciones religiosas, dando lugar al renacimiento de leyes contra la blasfemia, en sintonía con un modelo de pensamiento débil que, bajo la máscara de la tolerancia y la diversidad, permite que las religiones adquieran nuevas cotas de poder y se blinden ante la crítica. Se trata, principalmente, de un intento por asentar las bases del retorno a una nueva Edad Media, caracterizada por el avance comunitarista, por la aceptación de la censura y por la dialéctica de los “valores absolutos” como única clave de interpretación de la realidad.Pero la libertad de conciencia exige los requisitos de la libertad de opinión, de expresión y de prensa. De ahí la necesidad de plantear fórmulas de presión política, que favorezcan la instauración de modelos legislativos provisionales en la línea de un laicismo de “neutralización”, que impida la financiación de las sectas, la exhibición de sus símbolos en edificios públicos o la transmisión de sus ideologías en los sistemas educativos. Existe un amplio abanico de posibilidades. Desde la confrontación directa con las ofensivas neoconservadoras y con los grupos de presión nacional-católicos hasta el rechazo de la infiltración de “tribunales de honor” y órganos de gestión islamistas, pasando por el apoyo o por la negación de las iniciativas que surjan desde posiciones políticas progresistas o pseudoprogresistas. La denuncia de los errores de la izquierda, asentada muy generalmente sobre sectores partidistas próximos a posturas confesionales o pluriconfesionales, constituye un eje de actuación fundamental en la estrategia de FIdA.Ahora bien, la “crítica práctica” que defendemos no puede dejar de poner en cuestión los mismos términos del debate, llegando incluso a ridiculizar y a parodiar sus formas por encima de sus contenidos. La especificidad de FIdA reside en la reivindicación de un papel de "guerrilla cultural", en la subversión de la incuestionada gramática religiosa. Hemos perdido el respeto a las iglesias. Hemos perdido el respeto a los dioses, a los depredadores, a las patrias, a los reyes, a los carceleros y a los cruzados. Ninguna idea metafísica nos es grata. Ninguna normativa o institución surgida del pensamiento mágico. Renunciamos a la paz en beneficio de la guerra, porque no es posible acuerdo alguno con la voracidad espiritual de los “Ejércitos de Dios”. Para ellos, la lucha es a muerte, dado que cristaliza aspectos míticos tan opuestos como “el Bien” y “el Mal”.La apreciación del “Mal” como agente amenazador subyace tanto en el discurso del fundamentalismo islámico como en el del neocatolicismo ratzingeriano. Ambas cosmovisiones reiteran la autoridad de la tradición, entendida como pureza doctrinal enfrentada a una situación de crisis en una cultura dominada por el relativismo, el hedonismo y la increencia. El recurso al pasado como argumento de validación de la estrategia política clerical debe afrontarse a partir del impulso liberador de la educación, radicalmente opuesto al proyecto de teocracia inspirado por el clero. Es así como los “antivalores” denunciados como omnipresentes por las corrientes integristas religiosas pueden verse como derivaciones directas del humanismo –si se prefiere, del antropocentrismo-, y como elementos ligados al proyecto de autonomía, de emancipación, de libertad individual y de igualdad de derechos.Somos una conjura, una alianza blasfema, una Federación de individuos libres… ¿Acaso puede haber algo más molesto? FIdA demanda nuevas actitudes éticas y nuevos modos de pensar, orientados contra el totalitarismo religioso. Sólo a partir de una reflexión profundamente materialista, inmanente, ligada a la realidad, puede frenarse la expansión parasitaria del pensamiento mágico, de la barbarie antihumana cegada por la superstición y por el mito. Los monoteísmos huelen a sangre –Onfray dixit-. Todos coinciden en una misma fe: la vida sobre la Tierra es una ficción, trascendida por un mundo invisible poblado por criaturas imposibles. ¿Quién se levantará hoy para gozar de la razón, la inteligencia y el placer de existir?


MANIFIESTO POR LA EXCOMUNIÓN
Actus formalis defectionis ab Ecclesia catholica
Nosotros, miembros de la Federación Internacional de Ateos, haciendo uso de nuestra plena libertad y con absoluta conciencia del significado y el alcance de nuestra petición, deseamos manifestar al Pontífice romano y a los obispos del mundo, así como a los responsables máximos de la Iglesia católica, y en especial a los de la Congregación para la Doctrina de la Fe, lo siguiente:
Reconocemos en la Iglesia Católica a la corporación más intolerante, homicida y destructiva de cuantas históricamente han existido. Reconocemos en su doctrina una ideología del odio y de la guerra, y un retablo de falsedades, trampas, contradicciones, engaños y ridiculeces erigido con el único fin de anular la inteligencia y denigrar la razón. Reconocemos en la moral cristiana un cloroformo destinado a neutralizar el placer y la imaginación, a hacer de nuestros cuerpos el más cercano enemigo y a trocar la virtud en sumisión. Reconocemos en el Papado a un emisario de la tortura y de la mentira, a una marioneta de los intereses del Estado fascista vaticano. Reconocemos en el alto clero a una banda de parásitos sociales, ávidos de poder y de saqueo. Reconocemos en los fieles católicos a una humanidad engañada, por la que sentimos solidaridad y compasión. Reconocemos en todas las víctimas del terror religioso la prueba definitiva de vuestra culpabilidad.
Y por lo tanto, os acusamos públicamente:
De haber condenado a muerte a millones de individuos, por colaborar con vuestras instrucciones a la expansión del VIH/SIDA. De practicar relaciones simbióticas con toda clase de totalitarismos, de fomentarlos, de justificarlos y de prostituiros ante ellos. De bendecir a los asesinos y a los tiranos. De proclamar santas cruzadas contra las mujeres y los hombres que han dudado de vuestra verdad. De esclavizar a los débiles. De adular a los generales y a los caudillos. De fomentar el odio a los cuerpos, a la felicidad y al placer. De insultar a la inteligencia, y de pretender someterla a vuestra absurda y primitiva teología. De jerarquizar los géneros, las relaciones y los sentimientos, de acuerdo con la moral siniestra que practicáis. De imponer vuestras fobias como sagrados mandamientos. De atacar sistemáticamente las libertades individuales y colectivas. De saquear a los pueblos, sin tregua y con total impunidad, por medio de vuestros acuerdos diplomáticos, de vuestros Concordatos y de vuestras alianzas con el poder político. De traficar con la infancia. De fornicar con ella. De mentir. De abusar. De discriminar. De encubrir a los pederastas. De haber creado la Santa Inquisición. De encender hogueras que todavía no han cesado de arder. De despreciar a la ciencia y al conocimiento. De torturar, de masacrar y de ocultar la verdad histórica. De manipular la memoria colectiva. De perpetuar vuestra ideología inyectándola en las mentes infantiles. Y de instigar, conspirar, falsificar e imponer mediante la violencia vuestro delirio patológico.
Y os recordamos, además:
Que el código de Derecho Canónico que rige las sanciones y faltas en vuestra corporación, reactualizado por el difunto Karol Wojtyla, establece una relación de censuras cuyo objetivo declarado es la prevención y protección de vuestro rebaño de fieles. Que entre estas sanciones destaca, por su especial relevancia, la pena de excomunión. Que se establece dicha pena para los delitos “más graves”, aquellos que la autoridad eclesiástica considera que colocan al sujeto fuera de la comunión con su Iglesia. Que el artículo 1364 § 1 del Código de Derecho Canónico afirma que “el apóstata de la fe, el hereje o el cismático incurren en excomunión latae sententiae”. Que el artículo 1369 establece que “quien, en un espectáculo o reunión públicos, en un escrito divulgado, o de cualquier otro modo por los medios de comunicación social, profiere una blasfemia, atenta gravemente contra las buenas costumbres, injuria la religión o la Iglesia o suscita odio o desprecio contra ellas debe ser castigado con una pena justa”. Que el artículo 1373 explicita que “quien suscita públicamente la aversión o el odio de los súbditos contra la Sede Apostólica o el Ordinario, con el motivo de algún acto de potestad o de ministerio eclesiástico, o induce a los súbditos a desobedecerlos, debe ser castigado con entredicho o con otras penas justas”. Y que el artículo 1374, siendo extremadamente claro en su redacción, sentencia que “quien se inscribe en una asociación que maquina contra la Iglesia debe ser castigado con una pena justa”, y que “quien promueve o dirige esa asociación, ha de ser castigado con entredicho”.
Y por añadidura os informamos de:
Que en los Estatutos de nuestra Federación se definen de forma diáfana los objetivos a los que deseamos dirigirnos, consistentes en denunciar y erradicar la influencia social y cultural ligada a las ideas de “Dios”, del “alma” y de lo “sobrenatural”; en luchar contra la implantación del “hecho religioso” y contra los privilegios económicos y políticos de los que disfrutan la religión y sus instituciones; en la difusión del ateísmo como alternativa racional frente a la superstición religiosa; y en la defensa y expansión del racionalismo y del librepensamiento.
Por lo que exponemos:
Que la frecuente negativa de los miembros de las Conferencias Episcopales a asumir y reconocer el derecho de apostasía, manifestando los dirigentes de ciertas diócesis que el registro de bautismo es una simple anotación histórica no sujeta a la normativa sobre la protección de datos personales, y desarrollando una estrategia jurídica definida por su desobediencia a los tribunales, nos obliga a considerar la exigencia de la excomunión "latae sententiae" declarada para los miembros de nuestra organización que, por motivos sociales o de tradición familiar, fueron incluidos en su infancia en el cómputo de individuos bautizados y, por lo tanto, en el censo estadístico de católicos.
Tras todo lo cual, exigimos, apelando a vuestra presumible coherencia:
Que, en declaración eclesiástica y por oficial escrito, sea emitida CONDENA DE EXCOMUNIÓN PÚBLICA a TODOS los miembros, actuales y futuros, de la Federación Internacional de Ateos, no dejando así duda alguna en cuanto a la negativa absoluta, por nuestra parte, a seguir perteneciendo, en los casos en los que así conste, al cómputo de los fieles de la secta católica.
Rechazamos enérgicamente vuestra doctrina, vuestro culto, vuestra moral y vuestro cuerpo dogmático. Apostatamos de la fe católica (art. 1364). Suscitamos desprecio contra la Iglesia (art. 1369). Inducimos a la desobediencia frente a ella (art. 1373). Y, aún más importante, nos esforzamos en aquello que, según vuestro particular lenguaje, contribuye a “maquinar” contra la Corporación (art. 1374). Es decir, en denunciar, en hacer públicas y en exponer las actividades criminales presentes y pasadas en las que esté involucrado el clero católico, y en iniciar acciones concretas tendentes a destruir la influencia que éste mantiene sobre la cultura, la política y la sociedad.
En Toledo, Sede del I Concilio Ateo, a 22 de noviembre de 2007. La Asamblea de socios de la Federación Internacional de Ateos (FIdA)

Teatro: "Diálogo entre un sacerdote y un moribundo" Marqués de Sade

Miércoles 17 de junio a las 22.00 h


Fábula compuesta por Donatien Alphonse Francoise de Sade, más conocido por le Marqués de Sade, cuando se encontraba preso en la prisión de Vincennes, 1782. Fue publica por primera vez en el mismo año de su descubrimiento,1926.

La interpretación en forma de LECTURA VEHEMENTE corre a cardo de la Asociación Cultural de Actores y Lectores La Leonera. Director artístico: Eduardo Fuentes

La Leonera, Asociación Cultural de actores y lectores


La Asociación Cultural de Actores y Lectores LA LEONERA es una asociación creada por un nutrido
y emprendedor grupo de actores de teatro (ah, y un director) deseosos de practicar con frecuencia el arte de interpretar, de investigar con distintos textos, autores y personajes, e intercambiar sensaciones e impresiones con otros actores u oyentes/espectadores. Su principal objetivo es el fomento de la lectura para niños, jóvenes y adultos, así como la formación en la lectura en voz alta.LA LEONERA dispone de un extenso y variado repertorio de LECTURAS VEHEMENTES para todos los públicos donde el juego con la palabra es su principal herramienta.
Director artístico de La Leonera: Eduardo Fuentes

Conferencia: "Estados y dioses"

Jueves 18 de junio a las 19.30 h




Estados y dioses

Desde el principio de los tiempos, el hombre ha tenido miedo a los fenómenos naturales que, al ser incontrolables, le parecía que tenían un carácter mágico, superior, por lo que le inspiraban temor. Surge la religión en el momento en que alguien se da cuenta de que, mientras que no es posible dominar la naturaleza, es fácil dominar al hombre. Se dice que los fenómenos naturales representan la ira del ser supremo, que sólo se podrá aplacar por medio de ritos que, por supuesto, indicará a través de sus mediadores. Estos mediadores, que se erigirán en casta, controlan la mente de toda la tribu y, por consiguiente, sus acciones. Surge así un poder, el teocrático, mucho más fuerte que el que había primado hasta entonces: el de la fuerza bruta. Ambos poderes se complementarán, apoyándose el uno en el otro para un completo dominio.
Hay en las primeras civilizaciones una identificación entre el poder temporal y el espiritual en la figura del rey-sacerdote. Esta fórmula no sirve cuando se dan luchas por el poder, tanto internas como externas. Se perfilan así las dos jerarquías de forma independiente: la espiritual y la temporal. Los gobernantes dominarán sobre las personas, los sacerdotes sobre sus mentes.
Con el correr del tiempo el sistema se desarrolla y afianza más y más. Cuando se crea el moderno concepto de Estado, tras la revolución liberal, el poder de la religión será fundamental para el dominio “democrático” de los pueblos. El Estado siempre acaba apelando a un poder superior al género humano. Por medio de la existencia de un ser supremo se justifica la jerarquización social. Con la promesa de la recompensa de ultratumba se consigue resignar a los estratos desfavorecidos de la población.
Sin el miedo impuesto por la religión el Estado puede llegar a ser destruido; sin el poder coercitivo del Estado la religión se desvanece ante la luz del pensamiento humano y los progresos de la ciencia.
Como dijo Bakunin, si Dios existe el hombre es esclavo; ahora bien, el hombre puede y debe ser libre; por consiguiente Dios no existe. Y añadía Einstein que la religión es un intento de buscar una salida donde no hay puerta.

Alfredo G.

Conferencia: "Okupas en la casa de dios"

Viernes 19 de junio, 19.30 h.


Okupas en la casa de Dios

“EL LOCO. ¿No habéis oído hablar de ese loco que encendió un farol en pleno día y corrió al mercado gritando sin cesar:¡Busco a Dios!, ¡Busco a Dios! Como precisamente estaban allí reunidos muchos que no creían en dios, sus gritos provocaron enormes risotadas. ¿Es que se te ha perdido?, decía uno. ¿Se ha perdido como un niño pequeño?, decía otro. ¿O se ha escondido? ¿Tiene miedo de nosotros? ¿Se habrá embarcado? ¿Habrá emigrado? - así gritaban y reían alborozadamente. El loco saltó en medio de ellos y los traspasó con su mirada.¿Qué a dónde se ha ido Dios? -exclamó-, os lo voy a decir. Lo hemos matado: ¡vosotros y yo! Todos somos su asesino. Pero ¿cómo hemos podido hacerlo? ¿Cómo hemos podido bebernos el mar? ¿Quién nos prestó la esponja para borrar el horizonte? ¿Qué hicimos cuando desencadenamos la tierra de su sol? ¿Hacia dónde caminará ahora? ¿Hacia dónde iremos nosotros? ¿Lejos de todos los soles? ¿No nos caemos continuamente? ¿Hacia delante, hacia atrás, hacia los lados, hacia todas partes? ¿Acaso hay todavía un arriba y un abajo? ¿No erramos como a través de una nada infinita? ¿No nos roza el soplo del espacio vació? ¿No hace más frío? ¿No viene de continuo la noche y cada vez más noche? ¿No tenemos que encender faroles a mediodía? ¿No oímos todavía el ruido de los sepultureros que entierran a Dios? ¿No nos llega todavía ningún olor de la putrefacción divina? ¡También los dioses se pudren! ¡Dios ha muerto! ¡Y nosotros lo hemos matado! ¿Cómo podremos consolarnos, asesinos entre los asesinos? Lo más sagrado y poderoso que poseía hasta ahora el mundo se ha desangrado bajo nuestros cuchillos. ¿Quién nos lavará esa sangre? ¿Con qué agua podremos purificarnos? ¿Qué ritos expiatorios, qué juegos sagrados tendremos que inventar? ¿No es la grandeza de este acto demasiado grande para nosotros? ¿No tendremos que volvernos nosotros mismos dioses para parecer dignos de ella? Nunca hubo un acto tan grande y quien nazca después de nosotros formará parte, por mor de ese acto, de una historia más elevada que todas las historias que hubo nunca hasta ahora. Aquí, el loco se calló y volvió a mirar a su auditorio: también ellos callaban y lo miraban perplejos. Finalmente, arrojó su farol al suelo, de tal modo que se rompió en pedazos y se apagó. Vengo demasiado pronto -dijo entonces-, todavía no ha llegado mi tiempo. Este enorme suceso todavía está en camino y no ha llegado hasta los oídos de los hombres. El rayo y el trueno necesitan tiempo, la luz de los astros necesita tiempo, los actos necesitan tiempo, incluso después de realizados, a fin de ser vistos y oídos. Este acto está todavía más lejos de ellos que las más lejanas estrellas y, sin embargo son ellos los que lo han cometido. Todavía se cuenta que el loco entró aquel mismo día en varias iglesias y entonó en ellas su Requiem aeternan deo. Una vez conducido al exterior e interpelado contestó siempre esta única frase: ¿Pues, qué son ahora ya estas iglesias, más que las tumbas y panteones de Dios?” Nietzsche, F. Gaya ciencia, 125

¿Seguro que están las tumbas vacías? ¿No hemos desplazado el origen? ¿Sustituido y reemplazado un punto de mira por otro? ¿Estamos en la época en la que los cimientos ceden y se derrumban? ¿El Principio de cohesión, autoritario o racional, no es más que un espacio en blanco?

Elena Sánchez Gómez
Profesora de Filosofía
Miembro del Consejo de Redacción de Germinal. Revista de Estudios Libertarios

Conferencia: "Relaciones Iglesia-Estado en la actualidad:Entre el chantaje y el parasitismo"

Sábado 20 de junio, 19.30 h


Relaciones Iglesia-Estado en la actualidad: entre el chantaje y el parasitismo

Hasta cierto punto sabemos del pasado de la Iglesia. Conocemos las brutalidades de la Inquisición, el impulso a las guerras fraticidas en el corazón de Europa, sus sanguinarias cruzadas o la criminal evangelización en todos los continentes. Es igualmente manifiesto el soporte que le brindó en toda época el Poder en cualquiera de las formas en que se constituyese, y ante la creación de los Estados modernos (los “monstruos más fríos de los monstruos fríos”, que dijo Nietzsche), no actuó de forma diferente. Incluso cuando estos Estados mostraron su faceta más visiblemente violenta con la dictaduras del Eje y sus colaboradores (España, Portugal, Croacia, Eslovaquia, Ucrania,...) se abrazaron a sus fusiles para extender su enfermiza doctrina de odio y muerte.
A pesar de no lograr todos sus objetivos, por la derrota del fascismo, hoy en día todavía saborean privilegios obtenidos de aquellas “amistades” que les permiten tutearse con casi todos los Estados. Éstos siguen cediendo al chantaje y al parasitismo (naturalezas que ejemplifican bastante bien el comportamiento de las estructuras religiosas) puesto que siguen recibiendo a cambio un instrumento poderoso de control social. Máxime en una época de descrédito de las Instituciones que se suponían garantes de la igualdad y el bienestar de los ciudadanos.
Una vez descubierta la mentira de creer al Estado como estructura de protección de todos, aireada su vocación de defensa de las clases privilegiadas en la pirámide social vuelve a aparecer la Iglesia como educadora en valores. Ya los conocemos: la sumisión, la resignación, el miedo, la represión de los deseos sexuales; esos son sus “valores”.
Pero no olvidemos que aunque Iglesia y Estado vayan de la mano son instituciones de poder independientes y con objetivos particulares. De ahí los roces y las tensiones que sus medios de comunicación reflejan, y que muchas veces más que con discrepancias morales (aborto, eutanasia, educación laica...) tienen que ver con exigencias económicas de control de Sociedades, Fundaciones o Cajas de Ahorros, o con la búsqueda de apoyo militar a conflictos bélicos interesantes para una u otra parte.
Sobre estos aspectos actuales de la relación Iglesia-Estado hablaremos sabiendo de antemano que los seres humanos no somos infalibles como se arroga el veneno que se sienta en el trono del Vaticano.

Julio Reyero
Grupo Anarquista Albatros (FAI)

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Revista de Estudios Libertarios “Germinal”
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* ¿POR QUÉ SOY ANARQUISTA?

¿Por qué soy anarquista?

Soy anarquista, no porque crea en un futuro milenio en donde las condiciones sociales, materiales y culturales serán absolutamente perfectas y no necesitarán ningún mejoramiento más. Esto es imposible, ya que el ser humano mismo no es perfecto y por tanto no puede engendrar nada absolutamente perfecto. Pero creo en un proceso constante de perfeccionamiento, que no termina nunca y sólo puede prosperar de la mejor manera bajo las posibilidades de vida social más libres imaginables. La lucha contra toda tutela, contra todo dogma, lo mismo si se trata de una tutela de instituciones o de ideas, es para mí el contenido esencial del socialismo libertario. También la idea más libre está expuesta a este peligro, cuando se convierte en dogma y no es accesible ya a ninguna capacidad de desenvolvimiento interior. Donde una concepción se petrifica en dogma muerto, comienza el dominio de la teología. Toda teología se apoya en la creencia ciega en lo firme, lo inmutable, y lo irreducible, que es el fundamento de todo despotismo. A dónde llega eso, nos lo muestra hoy la URSS (*), donde incluso se prescribe al hombre de ciencia, al poeta, al músico y a los filósofos lo que deben pensar y crear, y eso en nombre de una teología de Estado omnipotente, que excluye todo pensamiento propio e intenta introducir con todos los medios despóticos la era del hombre mecánico.
Que también en nuestras filas hay seres que han sido atacados por esta peste y que quieren prescribir a cada uno lo que debe pensar, no es ciertamente alentador, pero tampoco debe asustarnos. Lo mejor que debe hacerse es no tener en cuenta tales pretensiones jactanciosas y seguir tranquilamente el propio camino. Ninguno de nosotros, ni siquiera el mejor, tiene para ofrendar verdades absolutas, pues no existen. Las ilusiones sólo cumplen su cometido cuando están inspiradas por el espíritu de la tolerancia y de la comprensión humana y no pretenden ninguna infalibilidad. Si no es así, todas las discusiones son infecundas y sólo se pierde en ellas un tiempo que podría ser mejor empleado.
Jamás en mi vida he estado tan firmemente persuadido como lo estoy hoy de la exactitud interior de nuestras concepciones. Justamente por eso, cuando un nuevo absolutismo brutal del pensamiento amenaza envenenar todas las ramas de la vida social, es preciso defender con todas las fuerzas el gran tesoro ideal de nuestros precursores. Pero eso no se hace elevando cada frase de nuestros grandes pensadores (escrita hace 100 años e incluso hace 50 años), con encarnizamiento unilateral, a la categoría de una verdad absoluta, sino aplicando a todos los nuevos problemas de la era novísima la filosofía de la libertad, y buscando para ella una actuación práctica. El anarquismo no es un sistema cerrado de ideas, sino una interpretación del pensamiento que se encuentra en constante circulación, que no se puede oprimir en un marco firme si no se quiere renunciar a él. Esto es lo que sostuvo siempre Max Nettlau y lo que no deberíamos olvidar nunca. Cada uno de nosotros no es más que un ser humano, y como tal expuesto al error. Todos aprendemos solamente por las experiencias, los unos más, los otros menos. Pero los pequeños o grandes Papas que nos quieren prescribir lo que debemos pensar, no tienen felizmente todavía ningún valor en el movimiento libertario. La línea pura se adapta a los hombres del Kremlin y a sus adeptos, pero no ciertamente a nosotros. Por esta razón habría que examinar toda opinión y respetarla, mientras surja de una convicción honrada. El que se estima a sí mismo, estima también a los otros. Este es el fundamento natural de todas las relaciones humanas, lo único que es obligatorio también para nosotros.

Rudolf Rocker
(*) Téngase en cuenta que este texto fue escrito mucho antes de la desaparición de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

* LA ORGANIZACIÓN ANARQUISTA

La siguiente exposición es el esquema de una conferencia, por lo que puede aparecer un tanto deslavazada y falta de argumento. Más adelante intentaremos ampliarla. No obstante, si alguien lo desea puede ponerse en contacto con nosotros a través del correo electrónico.


Organización anarquista

Fracaso del espontaneismo y necesidad de preparar la revolución.
Queremos vivir en una sociedad de seres humanos libres, donde la voluntad de uno no se imponga a la de otro.Ha esta sociedad horizontal será difícil llegar de forma espontánea, el poder, el capitalismo y sus representantes no lo van a permitir y pondrán todos los medios a su alcance para que permanezca el actual estado de cosas. Además, carecemos de la preparación y práctica suficientes para llevarla a cabo.La transformación será posible a través de la Revolución Social.Para que esto suceda hemos de estar organizados, pues será a través de la unión, la cooperación y la solidaridad como podremos alcanzar nuestro fin.Esta organización anarquista debe basarse sobre la plena autonomía, la plena independencia y, por lo tanto, la plena responsabilidad de los individuos y de los grupos; acuerdo libre entre los que creen útil unirse para cooperar en la obtención de un común objetivo; deber moral para mantener los compromisos tomados y de no hacer nada que contradiga el programa aceptado.Una organización anarquista dura hasta que las razones de unión son superiores a las razones de disentimiento, de lo contrario se disuelve y se deja el lugar a otras organizaciones más afines.¿Porqué esta característica tan clara de libertad? Por que nuestra organización ha de estar en armonía con el fin que perseguimos.


Identificación entre medios y fines.
Esto es fundamental. La transformación social comienza en el momento que sentimos la necesidad de realizarla, continúa cuando nos asociamos y sigue hasta la realización de la Anarquía.La Revolución la hacemos dia a dia.Hoy estamos construyendo la sociedad del mañana. Tenemos que ganar espacios al poder día a día en la cotidianidad.No buscamos el poder, no pretendemos dar un golpe de Estado. Nuestra Revolución es Social, no política.Construyamos las relaciones e impregnemos la sociedad con nuestras ideas anarquicas.


• Luchas internas en la Primera Internacional.
La discusión entre medios y fines no es nueva, ya se dio en la Primera internacional entre los autoritarios de Marx y Los antiautoritarios de Bakunin.¿Cómo llegar a una sociedad sin poder a través del poder? Imposible, el análisis de la realidad así nos lo demuestra.



• Conceptos organizativos libertarios.
Aparte de esta lucha interna, hay diferentes conceptos de organización libertaria:- Sólo sindicatos. Con el inconveniente de hacer una organización de carácter social pero más o menos cerrada para el pueblo, pues no todos los trabajadores son, ni quieren ser anarquistas, con lo que dicha organización se radicalizaría y sería minoritaria.- Grupos dentro de los sindicatos. Con el peligro de formar grupos de poder y control dentro de los sindicatos.- Grupos por todas partes. Si la revolución Social se realizará cuando la mayoría del pueblo acepte las ideas libertarias, hemos de estar entre el pueblo para propagar nuestras ideas, educar en libertad y hacia la libertad. Agitar, remover las conciencias, desatar la rebeldía, hacer sentir la necesidad de libertad. Y, por supuesto, organizar. Organización que no es un ente ajeno al individuo, sino colaboración y el apoyo mutuo en un fin común.


Tipos de organización y funciones. Organización específica y organización “de frente”.
Hay varios tipos de organización anarquista que se pueden dividir en dos: Específica y de Frente.La organización específica trabaja en todos los aspectos de la vida social como FAI; mientras la de frente lo hace en aspectos más concretos como puede ser CNT u otras.



• Congreso de Ámsterdam.
De los Congresos Internacionales Anarquistas destacamos el de Ámsterdam celebrado en 1.907. En se habló sobre todo de sindicalismo y organización. Se tomaron decisiones muy flexibles. Se perfilaron dos corrientes que han llegado hasta nuestros días: La que daba a la acción sindical preponderancia sobre las demás acciones a emprender, y la que, sin quitar importancia a la acción obrera, declara que ésta es un medio para llegar a la anarquía, nunca un fin en sí misma. Hubo unanimidad, en cambio, a la hora de afirmar que anarquismo y organización son ideas complementarias. Se llegó a la creación de la Internacional Anarquista con una oficina de relaciones, con sede en Londres. Esta oficina desarrolló su trabajo durante unos años.


• La Plataforma y la Síntesis.
Tras la Revolución Rusa, un grupo de anarquistas rusos en el exilio, proponen la formación de una Plataforma Anarquista. Esta propuesta se debe a la “desorganización general crónica”, y tiene las siguientes características:- Línea general táctica y política que sirva de guía a todo el movimiento. (Vanguardia).- Son contrarios a la creación de una organización de síntesis (reuniendo a los representantes de las diferentes tendencias del anarquismo), proponen una organización homogénea en lugar de heterogénea.- Unidad teórica y práctica. Unidad táctica o método colectivo de acción.- Agrupar en torno a sí todos los elementos sanos del movimiento anarquista en una sola organización general, activa y permanente: La Unión General Anarquista.- Existe la responsabilidad colectiva.
A esto responde Malatesta: -La organización es cooperación y solidaridad.-La organización anarquista debe ser libre y sin ningún tipo autoridad.-El movimiento obrero no es suficiente para llevar a cabo la Revolución Social.-No tiene por qué haber una sola asociación, incluso puede que no sea deseable.-No hay responsabilidad colectiva (autoritarismo).-Organización con plena autonomía, independencia, responsabilidad de individuos y grupos, libre acuerdo en las uniones. Las decisiones no son reglas obligatorias, libre opinión.
¡Queremos combatir y vencer, pero como anarquistas y por la anarquía! Hemos hablado anteriormente de la síntesis, veamos lo que es:
En Francia fundamentalmente se distinguen tres grandes corrientes anarquistas:- El anarcosindicalismo.- El comunismo libertario.- El individualismo anarquista.
La síntesis se basa en: -Esas tres corrientes son distintas, pero no contradictorias, no tiene nada que las haga irreconciliables.-La existencia de las tres corrientes puede y debe contribuir a la fuerza del anarquismo.Cada una de esas corrientes tiene su lugar.


• Congreso de Carrara (1.968).
Este congreso supone el inicio de una organización universal estable: La Internacional de Federaciones Anarquistas. Además de los estatutos de dicha organización, el congreso debatirá sobre una serie de asuntos: Movimiento obrero, revoluciones del siglo XX, bloques imperialistas, religiones, economia revolucionaria....Las bases ideológicas y orgánicas para el trabajo internacional estaban aseguradas.

I.- La Plataforma Anarquista

PLATAFORMA DE ORGANIZACIÓN DE LA UNIÓN GENERAL DE ANARQUISTAS (PROYECTO)


Introducción

Es muy significativo que, a pesar de la fuerza y el carácter indudablemente positivo de las ideas libertarias, de la pureza y de la integridad de las posiciones anarquistas frente a la revolución social y, por último, del heroísmo y los innumerables sacrificios aportados por los anarquistas en la lucha por el comunismo libertario, el movimiento anarquista haya seguido siendo débil, y haya figurado, la mayor parte de las veces, en la historia de las luchas de la clase obrera como un pequeño suceso, como un episodio, y no como un factor importante.
Esta contradicción entre el fondo positivo e innegable de las ideas libertarias y el miserable estado en que vegeta el movimiento anarquista encuentra su explicación en un conjunto de causas entre las que es la más importante la ausencia de principios y de prácticas organizativas en el mundo anarquista.
En todos los países, el movimiento anarquista está representado por algunas organizaciones locales que preconizan una teoría y una táctica contradictorias, sin perspectivas de futuro ni de continuidad en la actividad militante, que desaparecen frecuentemente sin dejar la menor huella.
Tal estado del anarquismo revolucionario, si lo analizamos en su conjunto, no puede calificarse más que como una "desorganización general crónica".
Como la fiebre amarilla, esta enfermedad de la desorganización se introduce en el organismo del movimiento anarquista y lo azota desde hace decenas de años.
Es indudable que esta desorganización tiene su origen en algunos defectos de orden teórico, especialmente en la falsa interpretación del principio del individualismo en el anarquismo. Este principio se ha confundido demasiado a menudo con la ausencia de responsabilidad. Los aficionados a afirmar su "yo" únicamente para su disfrute personal se centran, con obstinación, en el estado caótico del movimiento anarquista y se refieren, para defenderlo, a los principios inmutables del anarquismo y sus maestros.
Pero los principios inmutables y los maestros demuestran justamente lo contrario.
La dispersión es la ruina. La unión estrecha es el motor de la vida y del desarrollo. Esta ley de la lucha social se aplica tanto a las clases como a los partidos.
El anarquismo no es una hermosa fantasía, ni una idea abstracta de filosofía; es un movimiento social de las masas trabajadoras. Por eso hay que reunir las fuerzas en una organización general en constante actuación, como lo exigen la realidad y la estrategia de la lucha de clases.
"Estamos convencidos, dice Kropotkin, de que la formación de un partido anarquista en Rusia, lejos de ser perjudicial para la obra revolucionaria común, es por el contrario deseable y útil al máximo" (prefacio a La Comuna de París de Bakunin, edición de 1892).
Bakunin no se opuso jamás a la idea de una organización anarquista general. Al contrario, sus aspiraciones en lo relativo a la organización así como su actividad en la Primera Internacional nos permiten ver en él a un partidario activo, precisamente, de tal organización.
En general todos los militantes activos del anarquismo combatieron toda acción aislada y pensaron en un movimiento anarquista constituido por la unidad de fines y de medios.
La necesidad de una organización general se hizo sentir más imperiosamente durante la Revolución Rusa de 1917. En ella, el movimiento libertario manifestó el más alto grado de desmembramiento y confusión. La ausencia de una organización general llevó a muchos militantes activos del anarquismo a las filas bolcheviques. A ello se debe que muchos militantes permanezcan actualmente en estado de pasividad, impidiendo toda aplicación de sus fuerzas, a menudo de gran importancia.
Tenemos una necesidad vital de organización que, incluyendo a la mayoría de los participantes en el movimiento anarquista, establezca una línea general táctica y política que sirva de guía a todo el movimiento.
Es tiempo de que el anarquismo salga del marasmo de la desorganización, que ponga fin a las interminables vacilaciones ante las cuestiones teóricas y tácticas más importantes, y que tome con resolución el camino de unos objetivos claramente concebidos, llevando una práctica colectiva organizada.
Sin embargo, no basta con constatar la necesidad vital de esa organización; es necesario, además, establecer el método para su creación.
Consideramos teórica y prácticamente inadecuada la idea de crear una organización según el modelo de la "síntesis", es decir, reuniendo a los representantes de las diferentes tendencias del anarquismo. Una organización así, que haya incorporado elementos teórica y prácticamente heterogéneos no será sino un ensamblaje mecánico de individuos que conciben de maneras diferentes todas las cuestiones del movimiento anarquista, el cual se descompondría infaliblemente a la primera de cambio.
El método anarcosindicalista no resuelve el problema de la organización del anarquismo porque no da prioridad a ese problema, interesándose únicamente por su penetración y fortalecimiento en los medios obreros.
Sin embargo, no se pueden hacer muchas cosas en ese medio si no se posee una organización anarquista general.
El único método que lleva a la solución del problema de la organización general es, en nuestra opinión, agrupar a los militantes activos del anarquismo sobre la base de posiciones precisas -teóricas, tácticas y organizativas-, es decir, sobre la base de un programa homogéneo.
La elaboración de ese programa es una de las principales tareas que impone a los anarquistas la lucha social de los últimos años. A ella consagra una buena parte de sus esfuerzos el grupo de anarquistas rusos.
La Plataforma de Organización aquí publicada representa las grandes líneas, el armazón del programa.
Deberá servir como primer paso hacia la unión de fuerzas libertarias en una sola colectividad revolucionaria activa, capaz de actuar: la Unión General de Anarquistas.
No nos hacemos ilusiones. Sin duda la Plataforma tiene, como cualquier proceso nuevo, una cierta importancia. Puede que se hayan omitido algunas posturas esenciales, o que otras no estén suficientemente tratadas, o que, por el contrario, otras estén excesivamente detalladas o repetidas. Todo ello puede ocurrir. Pero eso no es lo más importante. Lo que importa es establecer los fundamentos de una organización general, y ese es el objetivo logrado, al nivel necesario, por la Plataforma.
Corresponde a la colectividad entera -la Unión General de Anarquistas- ampliar, profundizar y más tarde realizar un programa definitivo para todo el movimiento anarquista.
Prevemos también que muchos representantes del llamado individualismo y del anarquismo caótico nos atacarán rabiosamente, y nos acusarán de haber ofendido los principios anarquistas.
No obstante, sabemos que los elementos individualistas y caóticos incluyen, bajo el epígrafe "principios libertarios" el "me da igual", la negligencia y la ausencia de toda responsabilidad, que causaron heridas casi incurables a nuestro movimiento, contra las que luchamos con todas nuestras fuerzas y toda nuestra pasión. Por eso podemos ignorar con toda tranquilidad los ataques procedentes de ese sector.
Basamos nuestras esperanzas en otros militantes: en los que, fieles al anarquismo, han vivido y sufrido la tragedia del movimiento anarquista, buscando dolorosamente una salida.
Y basamos también nuestras esperanzas en la juventud libertaria que, nacida bajo el aliento de la Revolución Rusa y centrada desde el principio en el círculo de las realidades concretas, exigirá la realización de los principios organizativos y constructivos del anarquismo.
Invitamos a todas las organizaciones anarquistas rusas dispersas en los diversos países del mundo, así como a los militantes aislados, a unirse en una sola colectividad revolucionaria sobre la base de una plataforma común de organización.
¡Que la Plataforma sirva de consigna revolucionaria y de punto de encuentro para todos los militantes del movimiento anarquista ruso!
¡Que pueda establecer los fundamentos de la Unión General de Anarquistas!
¡Viva la revolución social de los trabajadores del mundo!

París, 20 de junio de 1926

Grupo Dielo Truda




Parte general


1. La lucha de clases, su papel y su sentido
No hay una humanidad única. Hay una humanidad de clases: esclavos y amos.
Igual que las que la han precedido, la sociedad capitalista y burguesa de nuestro tiempo no es una. Está dividida en dos campos muy distintos, que se diferencian socialmente por su situación y su función: el proletariado (en el sentido propio del término) y la burguesía.
La suerte del proletariado es, desde hace siglos, llevar el peso de un trabajo físico penoso cuyos frutos no recibe él sino una clase privilegiada que detenta la propiedad, la autoridad y los productos de la cultura (ciencia, instrucción, etc.): la burguesía. La servidumbre social y la explotación de las masas trabajadoras constituyen la base sobre la que reposa la sociedad moderna, sin la que ésta no podría existir.
Este hecho engendra una lucha de clases secular, que adquiere tan pronto carácter violento como insensible y lento, pero siempre dirigida a la transformación de la sociedad actual en una sociedad que responda a las necesidades y concepción de la justicia de los trabajadores.
Toda la historia humana representa en lo social una cadena ininterrumpida de luchas de las masas trabajadoras en pro de sus derechos, su libertad y una vida mejor. Esta lucha de clases fue siempre el principal factor determinante de la forma y estructura de las sociedades.
El régimen social y político de un país es ante todo producto de la lucha de clases. La estructura de una sociedad cualquiera nos muestra el estado en que se detuvo y en el que se encuentra la lucha de clases. El menor cambio en el desarrollo de la batalla de las clases en la situación mutua de fuerzas de clase en lucha produce incesantemente modificaciones en los entramados y estructuras de la sociedad.
Ese es el alcance general y universal, y el sentido de la lucha de clases en la vida de las sociedades de clases.

2. La necesidad de una revolución social violenta
El principio de servidumbre y explotación de las masas por la violencia constituye la base de la sociedad moderna. Todas las manifestaciones de su existencia -la economía, la política, las relaciones sociales- descansan sobre la violencia de clase, cuyos órganos son la autoridad, la policía, el ejército, los tribunales. Todo en esta sociedad -cada empresa aislada igual que todo el sistema estatal- no es sino el bastión del capitalismo, que vigila constantemente a los trabajadores y tiene siempre preparadas las fuerzas destinadas a reprimir todo movimiento de los trabajadores que pueda amenazar los fundamentos o la tranquilidad de la sociedad actual.
Al mismo tiempo, el sistema de esta sociedad mantiene deliberadamente a las masas trabajadoras en un estado de ignorancia y de parálisis mental: impide por la fuerza la elevación de su nivel moral e intelectual para tener la razón con más facilidad.
Los progresos de la sociedad moderna, la evolución técnica del capital y el perfeccionamiento de su sistema político fortalecen el poder de las clases dominantes y dificultan más la lucha contra ellos, haciendo que se retrase el momento decisivo de la emancipación del trabajo.
El análisis de la sociedad moderna nos lleva a la conclusión de que sólo existe la vía de la revolución social violenta para transformar la sociedad capitalista en una sociedad de trabajadores libres.

3. El anarquismo y el comunismo libertario
La lucha de clases creada por la esclavitud de los trabajadores y sus aspiraciones a la libertad hizo nacer en los medios de los oprimidos la idea del anarquismo: la idea de la negación completa del sistema social basado en los principios de clases y del Estado, y su sustitución por una sociedad libre y sin Estado gestionada por los propios trabajadores.
El anarquismo no nació, pues, de las reflexiones abstractas de un sabio o de un filósofo, sino de la lucha directa de los trabajadores contra el capital, de las necesidades de éstos, de sus aspiraciones de libertad e igualdad, aspiraciones que se hacen especialmente intensas en las mejores épocas heroicas de la vida y de la lucha de las masas trabajadoras.
Los pensadores eminentes del anarquismo, Bakunin, Kropotkin y otros, no crearon la idea del anarquismo sino que, habiéndola encontrado en las masas, simplemente ayudaron, con la fuerza de su pensamiento y de sus conocimientos, a precisarla y a difundirla.
El anarquismo no es resultado de obras personales ni objeto de búsquedas individuales.
Del mismo modo, el anarquismo no es en absoluto producto de aspiraciones humanitarias. La humanidad "una" no existe. Todo intento de hacer del anarquismo atributo de toda la humanidad tal y como existe actualmente, de atribuirle un carácter generalmente humanitario, sería una mentira histórica y social que desembocaría irresolublemente en la justificación del orden actual y de una nueva explotación.
El anarquismo es generalmente humanitario sólo en el sentido de que los ideales de las masas trabajadoras tienden a hacer sana la vida de todos los hombres, y de que la suerte de la humanidad actual o del futuro está ligada a la del trabajo sojuzgado. Si las masas trabajadoras triunfan, toda la humanidad renacerá. Si no vencen, la violencia, la explotación, la esclavitud y la opresión reinarán como antaño en el mundo...
El nacimiento, desarrollo y realización de los ideales anarquistas tienen sus raíces en la vida y en la lucha de las masas trabajadoras y están inseparablemente ligados a la suerte de estas últimas.
El anarquismo aspira a transformar la actual sociedad burguesa y capitalista en una sociedad que asegure a los trabajadores el producto de su trabajo, la libertad, la independencia, la igualdad social y política. Esta otra sociedad será la del comunismo libertario. En él encuentran su plenitud la solidaridad social y la individualidad libre, y el desarrollo de éstas en perfecta armonía.
El comunismo libertario considera que el único creador de loa valores sociales es el trabajo, físico e intelectual, y en consecuencia sólo el trabajo puede dirigir la vida económica y social. Por eso no justifica ni admite de ningún modo la existencia de las clases no trabajadoras.
En tanto que estas clases subsistan al mismo tiempo que el comunismo libertario, éste no reconocerá deberes para con ellas. Hasta que las clases no trabajadoras no se hagan productivas y quieran vivir en la sociedad comunista en las mismas condiciones que las demás, no tendrán un puesto similar a los demás, es decir, a los miembros libres de la sociedad que disfrutan de los mismos derechos y tienen los mismos deberes.
El comunismo libertario aspira a la supresión de toda explotación y toda violencia, tanto contra el individuo como contra las masas. Con ese fin establece una base económica y social que unifica armónicamente toda la vida económica y social del país, asegura al individuo una situación igual a los demás y aporta a cada uno el máximo bienestar. Esta base es la puesta en común, bajo la forma de la socialización, de todos los medios e instrumentos de producción (industria, transportes, tierra, materias primas, etc.) y la edificación de organismos económicos sobre el principio de la igualdad y la autoadministración de las clases trabajadoras.
En los límites de esta sociedad autogestionada de trabajadores, el comunismo libertario establece el principio de la igualdad del valor y derechos del individuo (no del individualismo "en general", ni del "individualismo místico" o del concepto de individualismo, sino del individuo concreto).
De este principio de la igualdad, así como del que el valor del trabajo realizado por cada individuo no se puede medir, se desprende el principio económico, social y jurídico fundamental del comunismo libertario: "De cada uno según sus posibilidades, a cada uno según sus necesidades".

4. La negación de la democracia
La democracia es una de las formas de la sociedad capitalista y burguesa.
La base de la democracia es el sostenimiento de las dos clases antagonistas de la sociedad moderna: la del trabajo y la del capital, y su colaboración en el fundamento de la propiedad capitalista privada. La expresión de esta colaboración es el parlamento y el gobierno nacional representativo.
Formalmente, la democracia proclama la libertad de expresión, de prensa y de asociación, así como la igualdad de todos ante la ley.
En realidad, todas esas libertades tienen un carácter muy relativo: se toleran mientras no afecten a los intereses de la clase dominante, la burguesía.
La democracia mantiene intacto el principio de la propiedad capitalista privada. Por ella, permite a la burguesía el derecho de tener en sus manos toda la economía del país, toda la prensa, la enseñanza, la ciencia, el arte, lo que la hace dueña absoluta de todo el país. Al tener el monopolio de la vida económica, puede establecer su ilimitado poder también en el terreno político. En efecto, el gobierno representativo y el parlamento no son más que órganos ejecutivos de la burguesía en las democracias.
Por lo tanto, la democracia es sólo uno de los aspectos de la dictadura burguesa, oculta bajo fórmulas engañosas de libertades políticas y de garantías democráticas ficticias.

5. La negación de la autoridad
Los ideólogos de la burguesía definen el Estado como el órgano regulador de las complejas relaciones políticas civiles y sociales entre los hombres en el seno de la sociedad moderna, protegiendo el orden y las leyes de ésta. Los anarquistas están de acuerdo con esa definición, pero la completan afirmando que mediante ese orden y esas leyes se produce el sojuzgamiento de la gran mayoría del pueblo por una minoría insignificante, y que para eso precisamente sirve el Estado.
El Estado es, simultáneamente, la violencia organizada de la burguesía contra los trabajadores y el sistema de sus órganos ejecutivos.
Los socialistas de izquierdas y, en particular, los bolcheviques consideran también a la autoridad y al Estado burgués servidores del capital. Pero creen que la autoridad y el Estado pueden convertirse, en las manos de los partidos socialistas, en un poderoso medio en la lucha por la emancipación del proletariado. Por eso están a favor de una autoridad socialista y de un Estado proletariado. Unos quieren la conquista del poder por medios pacíficos, parlamentarios (los socialdemócratas); los otros por la vía revolucionaria (los bolcheviques, los socialistas revolucionarios de izquierda).
El anarquismo considera esas dos tesis profundamente erróneas, nefastas para la obra de la emancipación del trabajo.
La autoridad está siempre ligada a la explotación y el sometimiento de las masas populares. Nace de esa explotación: la autoridad sin violencia y sin explotación pierde su razón de ser.
El Estado y la Autoridad arrebatan a las masas su iniciativa, matan el espíritu creativo, cultivan en ellas la psicología servil de la sumisión, de la espera, de la esperanza de subir los escalones sociales, de la confianza ciega, de la ilusión de compartir la autoridad. La emancipación de los trabajadores sólo es posible en el proceso de la lucha revolucionaria directa de las masas trabajadoras y de sus organizaciones de clases contra el sistema capitalista.
La conquista del poder por los partidos socialdemócratas, por los medios parlamentarios, en las condiciones del orden actual, no hará avanzar ni un solo paso la emancipación del trabajo, por la sencilla razón de que el poder real seguirá en manos de los burgueses, que controlarán toda la economía y la política del país. El papel de la autoridad socialista se reducirá, en ese caso, a las reformas, a la mejora de ese mismo régimen burgués. (Ejemplos: Mac Donald, los partidos socialdemócratas de Alemania, Suecia y Bélgica llegados al poder en la sociedad capitalista.)
La toma del poder con la ayuda de un cambio social y de la organización de un "Estado proletario" no puede ya servir a la causa de la auténtica emancipación del trabajo.
El Estado, creado en primer lugar para la defensa de la revolución, termina finalmente estragado por las necesidades y características propias de sí mismo, convirtiéndose en el objetivo de castas específicas privilegiadas en las que se apoya: somete por la fuerza a las masas a sus necesidades y a las de esas castas privilegiadas, restableciendo así el fundamento de la Autoridad y del Estado capitalistas: el sometimiento y la explotación habituales de las masas por la violencia.

6. El papel de las masas y de los anarquistas en la lucha social y en la revolución social
La principales fuerzas de la revolución son la clase obrera de las ciudades, las masas campesinas y una parte de la intelligentsia trabajadora.
Nota: Aunque, al igual que el proletariado de las ciudades y el campo, es una clase oprimida y explotada, la intelligentsia trabajadora está relativamente más desunida que los obreros y los campesinos gracias a los privilegios económicos otorgados por la burguesía a algunos de sus elementos. Por eso, los primeros días de la revolución social, sólo las capas menos favorecidas de la intelligentsia tomarán parte activa.
La concepción anarquista del papel de las masas en la revolución social y en la construcción del socialismo difiere de la de los partidos pro Estado. Mientras que el bolchevismo y las corrientes que se le parecen consideran que la masa trabajadora no posee sino instintos revolucionarios destructivos y es incapaz de una actividad revolucionaria creadora y constructiva -razón principal por la que ésta debe concentrarse en las manos de los hombres que forman el gobierno del Estado o el Comité Central del Partido- los anarquistas piensan que la masa trabajadora, por el contrario, tiene enormes posibilidades de creación y construcción, y aspiran a suprimir los obstáculos que impidan su desarrollo.
Los anarquistas consideran precisamente al Estado como obstáculo principal, que usurpa todos los derechos de las masas al impedirles todas las funciones de la vida económica y social. El Estado debe perecer, no en un futuro sino de inmediato. Debe ser destruido por los trabajadores el primer día de su victoria, y no debe restablecerse de ninguna manera posible. Será sustituido por un sistema federalista de las organizaciones de producción y consumo de los trabajadores unidos federalmente y autogestionados. Este sistema excluye tanto la organización de la Autoridad como la dictadura de un partido.
La Revolución Rusa de 1917 muestra precisamente esa orientación del proceso de emancipación social en la creación de un sistema de soviets de obreros y campesinos, y de comités de fábrica. Su lamentable error fue no haber liquidado a su debido tiempo la organización del Poder del Estado del gobierno provisional primero y del poder bolchevique después. Los bolcheviques, aprovechándose de la confianza de los obreros y los campesinos, reorganizaron el estado burgués conforme a las circunstancias del momento y eliminaron, con la ayuda del Estado, la actividad creadora de las masas, aplastando el régimen libre de los soviets y de los comités de fábrica que habían representado los primeros pasos hacia la construcción de una sociedad no estatal, socialista.
La acción de los anarquistas se puede dividir en dos períodos: el de antes de la Revolución y el de durante la Revolución. En uno y en otro, pudieron los anarquistas cumplir su cometido sólo como fuerza organizada, con una clara concepción de los objetivos de su lucha y de las vías para la realización de esos objetivos.
La tarea fundamental de la Unión General de Anarquistas, en períodos revolucionarios, debe ser preparar a los obreros y campesinos para la revolución social.
Al negar la democracia formal (burguesía) y la autoridad del Estado y al proclamar la emancipación completa del trabajo, el anarquismo acentúa al máximo los principios rigurosos de la lucha de clases: despierta y desarrolla la conciencia de clase de las masas y la intransigencia revolucionaria de clase.
Es precisamente en el sentido de la intransigencia de clase, del antidemocratismo, del antiestatismo, de los ideales comunistas anarquistas, como debe hacerse la educación de masas. Pero la educación sola no basta. Es necesaria también una cierta organización anarquista de masas. Para lograrla hay que actuar en dos sentidos: por una parte, en el de la selección y unión de las fuerzas revolucionarias obreras y campesinas sobre una base teórica comunista libertaria; por otra, en el sentido de reagrupar a obreros y campesinos sobre una base económica de producción y consumo (organizaciones de producción de obreros y campesinos revolucionarios, cooperativas obreras y campesinas libres, etc.).
La clase obrera y campesina, organizada sobre la base de la producción y el consumo e imbuida de las ideas anarquistas revolucionarias, será el primer punto de apoyo de la revolución social. Cuanto más conscientes y organizados se hagan esos medios a la manera anarquista, mayor voluntad de intransigencia y de creación libertarias manifestarán en el momento de la revolución.
En cuanto a la clase obrera en Rusia, está claro que después de ocho años de dictadura bolchevique se demuestra la verdadera naturaleza del poder, que reprime las necesidades naturales de las masas y su actividad libre. Los militantes anarquistas organizados deben acudir inmediatamente, con todas sus fuerzas, al encuentro de esas necesidades y posibilidades, con el fin de no permitir que degeneren en reformismo (menchevismo). Con la misma urgencia, deberán los anarquistas aplicarse en organizar al campesinado pobre, aplastado por el poder del Estado, buscando una salida que encierre esas enormes posibilidades revolucionarias.
El papel de los anarquistas en el período revolucionario no puede limitarse a la sola propaganda de consignas y de las ideas libertarias.
Más que cualquier otra concepción, el anarquismo debe ser la concepción rectora de la revolución social porque sólo desde la base teórica del anarquismo podrá la revolución social conducir a la emancipación completa del trabajo.
La posición rectora de las ideas anarquistas en la revolución supone una orientación anarquista de los acontecimientos. No hay que confundir, sin embargo, esa fuerza teórica motriz con la dirección política del los partidos estatales que conduce finalmente al Poder del Estado.
El anarquismo no aspira ni a la conquista del poder político ni a la dictadura. Su aspiración principal es ayudar a las masas a seguir la vía auténtica de la revolución social y de la construcción socialista. Pero no basta con que las masas sigan la vía de la revolución social. Es necesario, además, mantener esa orientación de la revolución y esos objetivos: la supresión de la sociedad capitalista en nombre de los trabajadores libres. Como nos ha demostrado la experiencia de la revolución rusa de 1917, esta última tarea es difícil debido sobre todo a los numerosos partidos que tratan de orientar el movimiento en una dirección opuesta a la revolución social.
Aunque las masas expresan tendencias y consignas anarquistas en los movimientos sociales, éstas se hallan dispersas y desorganizadas por lo que no pueden desarrollar la fuerza motriz de las ideas libertarias que es necesaria para conservar la orientación y los objetivos anarquistas durante la revolución social. Esa fuerza motriz teórica sólo puede expresarse a través de un colectivo especialmente creado por las masas con ese fin. Los elementos anarquistas organizados constituyen precisamente ese colectivo.
Los deberes teóricos y prácticos de ese colectivo son considerables en el momento de la revolución. Deberá manifestar sus iniciativas y desarrollar una participación en todos los campos de la revolución social: el de la orientación y carácter general de la revolución, el de las tareas positivas de la revolución en la nueva producción, el de la guerra civil y la defensa de la revolución, del consumo, de la cuestión agraria, etc.
Sobre todas esas cuestiones, y sobre otras muchas, la masa exige a los anarquistas una respuesta clara y precisa. Y en el momento en que éstos preconicen una concepción de la revolución y de la estructura social, están obligados a dar una respuesta clara a todas las preguntas, a vincular la solución a los problemas con la concepción general del comunismo libertario y a consagrar todas sus fuerzas para su eficaz realización.
Sólo en ese caso, la Unión General de Anarquistas y el movimiento anarquista aseguran su función teórica motriz en la revolución social.

7. El período transitorio
Los partidos políticos socialistas entienden por "período transitorio" una fase determinada en la vida de un pueblo, cuyas características son: la ruptura con el antiguo orden de las cosas y la instauración de un nuevo sistema económico y político, sistema que, sin embargo, no representa todavía la emancipación completa de los trabajadores.
En este sentido, todos los programas mínimos de los partidos políticos socialistas, por ejemplo el programa democrático de los socialistas-oportunistas o el programa de la "dictadura del proletariado" de los comunistas, son programas del período transitorio.
La característica fundamental de esos programas mínimos es que todos ellos consideran imposible, por el momento, la realización completa de los ideales de los trabajadores, su independencia, su libertad, su igualdad y, en consecuencia, conservan toda una serie de instituciones del sistema capitalista: el principio de la presión estatal, la propiedad privada de los medios e instrumentos de producción, el salario, y muchas otras, según los fines a los que aluda tal o cual programa de uno u otro partido.
Los anarquistas siempre han sido enemigos desde el principio de programas semejantes, considerando que la construcción de sistemas transitorios que mantengan los principios de explotación y de presión de las masas lleva inevitablemente a un nuevo desarrollo de la esclavitud.
En lugar de establecer los programas políticos mínimos, los anarquistas han defendido siempre la idea de la revolución social inmediata, que prive a la clase capitalista de sus privilegios económicos y políticos, y devuelva los medios e instrumentos de producción, así como todas las funciones de la vida económica y social, a las manos de los trabajadores.
Esta posición la siguen manteniendo hoy los anarquistas.
La idea de un período transitorio, según la cual la revolución social debe conducir no a la sociedad comunista sino a un sistema equis, conservando los elementos y restos del sistema capitalista, es antisocial en su esencia. Amenaza con llevar al reforzamiento y desarrollo de esos elementos hasta sus dimensiones de antaño y con hacer retroceder los acontecimientos.
Un ejemplo claro es el régimen de "la dictadura del proletariado", establecido por los bolcheviques en Rusia.
Según ellos, el régimen no debía ser sino una etapa transitoria hacia el comunismo total. En realidad, esta etapa ha llevado a la restauración de la sociedad de clases, en el fondo de la cual se encuentran, como antes, los obreros y los campesinos pobres.
El centro de gravedad en la construcción de la sociedad comunista no consiste en la posibilidad de asegurar a cada individuo desde el primer día de la revolución la libertad ilimitada de poder satisfacer sus necesidades, sino que se afirma en el hecho de conquistar la base social de esa sociedad y establecer los principios de relaciones igualitarias entre los individuos. En cuanto a la cuestión de una abundancia de bienes más o menos grande, no se considera un principio sino un problema técnico.
El principio fundamental sobre el que se erigirá la nueva sociedad, en el que descansará ésta y no deberá restringirse de ninguna manera, es el de la igualdad de las relaciones, de la libertad y la independencia de los trabajadores. Así pues, ese principio representa justamente la exigencia primera fundamental de las masas en nombre de la cual se levantarán únicamente en pro de la revolución social.
De dos cosas, una: o la revolución social se termina con la derrota de los trabajadores, y en ese caso habrá que volver a prepararse para la lucha, para una nueva ofensiva contra el sistema capitalista; o bien conducirá a la victoria de los trabajadores, y en ese caso, éstos se apoderarán de los medios que les permitan autoadministrarse -de la tierra, de la producción y de las funciones sociales- llevando a la construcción de una sociedad libre.
Eso es lo que caracterizará el principio de la edificación de la sociedad comunista que, una vez comenzada, seguirá sin interrupción el curso de su desarrollo, fortaleciéndose y perfeccionándose sin parar.
De este modo, la conquista de las funciones productivas y sociales por los trabajadores trazará una línea de demarcación neta entre la época estatista y la no estatista.
Si quiere llegar a ser portavoz de las masas en lucha, la bandera de toda una época social revolucionaria, el anarquismo no debe asimilar su programa a lo que sobrevive del mundo caduco, a las tendencias oportunistas de los sistemas y períodos de transición, ni ocultar sus principios fundamentales, sino, muy al contrario, desarrollarlos y aplicarlos al máximo.

8. Anarquismo y sindicalismo
Consideramos artificial, privada de todo sentido y fundamento, la tendencia a oponer comunismo libertario al sindicalismo y viceversa.
Las nociones del anarquismo y del sindicalismo pertenecen a planos diferentes. Mientras que el comunismo, es decir, la sociedad libre de los trabajadores iguales, es el fin de la lucha anarquista, el sindicalismo, es decir, el movimiento obrero revolucionario, no es sino una de las formas de la lucha revolucionaria de clases. Uniendo a los obreros sobre la base de la producción, el sindicalismo revolucionario, como cualquier otra agrupación profesional, no tiene una teoría definida; no hay una concepción del mundo que responda a todas las cuestiones sociales y políticas de la realidad contemporánea. Refleja siempre la ideología de los diversos grupos políticos, de los que participan más intensamente.
Nuestra actitud ante el sindicalismo revolucionario se deduce de lo que hemos estado diciendo. Sin preocuparnos aquí de resolver por adelantado la cuestión del papel de los sindicatos revolucionarios del mañana de la revolución, es decir, sin preocuparnos de saber si serán los organizadores de toda la nueva producción, o si cederán el puesto a los soviets obreros o a los comités de fábrica, consideramos que los anarquistas deben participar en el sindicalismo revolucionario como una forma más del movimiento obrero revolucionario.
No obstante, la cuestión, tal y como se plantea hoy, no es saber si los anarquistas deben o no participar en el sindicalismo revolucionario sino mas bien cómo y de qué manera deben participar en él.
Consideramos todo el periodo transcurrido hasta nuestros días, durante el que los anarquistas participaban en el movimiento sindicalista revolucionario en calidad de militantes y de propagandistas individuales, como un período de relaciones artesanales con el movimiento obrero sindical.
El anarcosindicalismo, tratando de introducir con fuerza las ideas libertarias en el ala izquierda del sindicalismo revolucionario mediante la creación de sindicatos de tipo anarquista, representa un paso adelante; pero no supera todavía el método empírico. Porque el anarcosindicalismo no vincula necesariamente la obra de "anarquización" del movimiento sindicalista con la de la organización de las fuerzas anarquistas fuera del movimiento. Así, no es sino con la condición de tal vinculación como es posible "anarquizar" el sindicalismo revolucionario e impedirle desviarse hacia el oportunismo y el reformismo.
Considerando el sindicalismo revolucionario únicamente como un movimiento profesional de trabajadores que no tienen una teoría social ni política determinada y, en consecuencia, incapaz de resolver por sí mismo la cuestión social, consideramos que la tarea de los anarquistas en ese movimiento consiste en desarrollar las ideas libertarias, en orientarlo en un sentido libertario con el fin de transformarlo en un instrumento activo de la revolución social. Es importante no olvidar jamás que si el sindicalismo no encuentra apoyo en la teoría anarquista, se apoyará entonces, de buen o mal grado, en la ideología de un partido político estatista.
El sindicalismo francés, que ha destacado siempre por sus consignas y sus tácticas anarquistas, ha caído enseguida bajo la influencia de los bolcheviques por una parte, y, sobre todo, de los socialistas oportunistas, por otra.
Pero la tarea de los anarquistas en las filas del movimiento obrero revolucionario no podrá cumplirse si no es a condición de que su obra esté estrechamente relacionada y conciliada con la actividad de la organización anarquista que se encuentra fuera del sindicato. Dicho de otro modo, debemos entrar en el movimiento obrero revolucionario como una fuerza organizada, responsable del trabajo realizado en los sindicatos ante la organización anarquista general, y orientada por ésta última.
Sin limitarnos a la creación de sindicatos anarquistas, debemos tratar de ejercer nuestra influencia ideológica sobre el sindicalismo revolucionario, por completo y en todas sus formas (los I.W.W., las uniones profesionales rusas, etc...). Ese objetivo no podremos alcanzarlo si no nos ponemos a ello como colectivo anarquista rigurosamente organizado, pero en ningún caso en pequeños grupos empíricos sin vínculos organizativos ni convergencia teórica.
Agrupaciones anarquistas en las empresas y en las fábricas, preocupados por la creación de sindicatos anarquistas, luchando en los sindicatos revolucionarios por la preponderancia de las ideas libertarias en el sindicalismo, agrupaciones orientadas en su acción por una organización anarquista general: ese es el sentido y las formas de la actitud de los anarquistas ante el sindicalismo revolucionario y los movimientos obreros revolucionarios que a él se vinculan.


Parte constructiva


El problema del primer día de la revolución
El fin fundamental del mundo del trabajo en lucha es la fundación, por medio de la revolución, de una sociedad comunista libre, igualitaria, basada en el principio: "De cada uno según sus posibilidades, a cada uno según sus necesidades".
No obstante, esta sociedad no se logrará por sí sola, únicamente por la fuerza de la agitación social. Su realización de presentará como un proceso social-revolucionario más o menos prolongado, orientado por las fuerzas organizadas del trabajo victorioso sobre una determinada vía.
Nuestra tarea es indicar de ahora en adelante esa vía, formular los problemas positivos y concretos que se plantearán a los trabajadores desde el primer día de la revolución social. La suerte de esta última dependerá de su adecuada solución.
Es evidente que la construcción de la nueva sociedad no será posible hasta después de la victoria de los trabajadores sobre el sistema actual capitalista y burgués, y sobre sus representantes. Es imposible comenzar la construcción de una nueva economía y de nuevas relaciones sociales mientras el poder del Estado, que defiende el régimen de esclavitud, no se resquebraje, mientras que los obreros y campesinos no tengan en sus manos, en el régimen revolucionario, la economía industrial y agraria de su país.
En consecuencia, la primera tarea de la revolución social es destruir el edificio estatal de la sociedad capitalista, privar a la burguesía y, en general, a todos los elementos socialmente privilegiados, de los medios de poder y establecer en todas partes la voluntad del proletariado revolucionario, expresada en los principios fundamentales de la revolución social. Este aspecto destructivo y combativo de la revolución no hará sino desbrozar el camino hacia las tareas positivas que constituyen el sentido y la esencia de la revolución social. Estas tareas son las siguientes:
1) La solución, en sentido comunista libertario, del problema de la producción industrial del país.
2) La solución, en el mismo sentido, del problema agrario.
3) La solución del problema del aprovisionamiento.

La producción
Teniendo en cuenta el hecho de que la industria del país es el resultado de los esfuerzos de varias generaciones de trabajadores, y que las diferentes ramas de la industria están estrechamente ligadas entre sí, consideramos toda la producción actual como un solo taller de productores, que pertenece por completo a todos los trabajadores en su conjunto, y a nadie en particular.
El mecanismo productivo del país es global y pertenece a toda la clase obrera. Esta tesis determina el carácter y la forma de la nueva producción. Esta será también global, común en el sentido de que los productos realizados por los trabajadores pertenecerán a todos. Estos productos, cualquiera que sea su categoría, constituirán el fondo general de aprovisionamiento de los trabajadores, en el que todo el que participe en la nueva producción recibirá lo que necesite, sobre una base igual para todos.
El nuevo sistema de producción suprimirá por completo el salario y la explotación en todas sus formas, y establecerá en su lugar el principio de la colaboración fraternal y solidaria de los trabajadores.
La clase media que, en la sociedad capitalista moderna, ejerce funciones de intermediaria e improductivas -el comercio y otras- al igual que la burguesía, deberán tomar parte en la nueva producción, en las mismas condiciones que los demás trabajadores. En el caso contrario, estas clases se colocarán ellas mismas al margen de la sociedad trabajadora.
No habrá patronos, ya sean empresarios, propietarios o el Estado-propietario (como es el caso de hoy en el Estado de los bolcheviques). Las funciones de organización pasarán a unos órganos administrativos creados especialmente a tal efecto por las clases obreras: soviets obreros, comités de fábrica o administraciones obreras de empresa y de fábrica. Estos órganos, relacionados entre sí territorialmente, formarán instituciones municipales, de distrito y, por último, generales y federales de gestión de la producción. Designados por la masa y constantemente bajo su control e influencia, estos órganos serán renovados constantemente y realizarán así la idea de la autogestión auténtica de las masas.
Una producción unificada, cuyos medios y productos pertenecerán a todos, tras haber sustituido el salario por el principio de la colaboración fraternal y haber establecido la igualdad de derechos para todos los productores, con una producción organizada por los órganos de gestión obrera, elegidos por las masas: ese es el primer paso práctico en la vía de la realización del comunismo libertario.

El consumo
Este problema surgirá en la revolución en un doble aspecto:
1) El principio de la búsqueda de los bienes de consumo
2) El principio de su reparto.
En lo que se refiere al reparto de los bienes de consumo, las soluciones dependerán sobre todo de la cantidad de productos disponibles, del principio de la conformidad al objetivo, etc.
La revolución social, encargada de la reconstrucción de todo el orden social actual, asume la obligación de ocuparse de las necesidades vitales de todos. La única excepción es el grupo de los no trabajadores, los que rechazan tomar parte en la nueva producción por motivos contrarrevolucionarios. Pero, en general, y con la excepción de esta última categoría, la satisfacción de las necesidades de toda la población de la revolución social está asegurada por la reserva de los bienes de consumo general. En caso de que la cantidad de productos sea insuficiente, se repartirá según el principio de la mayor urgencia: en primer lugar los niños, los enfermos y las familias obreras.
Un problema más difícil será el de la organización de los fondos de consumo.
Sin duda, los primeros días de la revolución, las ciudades no dispondrán de todos los productos indispensables. Al mismo tiempo, los campesinos tendrán en abundancia los productos de los que carecerán las ciudades.
Los comunistas libertarios no pueden dudar sobre el carácter mutuo de las relaciones entre la ciudad y el campo. Consideran que la revolución social no puede realizarse sin los esfuerzos comunes de obreros y campesinos. En consecuencia, la solución del problema del consumo en la revolución social no será posible sin la colaboración revolucionaria estrecha de esas dos categorías de trabajadores.
Para establecer esta colaboración, la clase obrera de las ciudades, con la producción en sus manos, deberá inmediatamente pensar en las necesidades vitales del campo y tratar de proporcionar los productos de consumo cotidianos, los medios e instrumentos para el cultivo agrícola colectivo. Las medidas de solidaridad manifestadas por los obreros respecto a las necesidades de los campesinos provocarán el mismo gesto entre éstos que, en contrapartida, proporcionarán colectivamente a las ciudades los productos de su trabajo rural, el primero de los cuales es el alimento.
Cooperativas obreras y campesinas serán los primeros órganos que cubrirán las necesidades de alimentación y aprovisionamiento económico de las ciudades y los campos. Encargadas más tarde de funciones más importantes y más constantes, especialmente suministrar todo lo necesario para asegurar y desarrollar la vida económica y social de los obreros y campesinos, estas cooperativas se transformarán en órganos permanentes de aprovisionamiento de las ciudades y el campo.
Esta solución del problema del aprovisionamiento permitirá al proletariado crear un fondo de aprovisionamiento permanente, lo que repercutirá de manera favorable y decisiva en toda la nueva producción.

La tierra
Consideramos como principales fuerzas revolucionarias y creadoras en la solución de la cuestión agraria a los campesinos-trabajadores, aquellos que no explotan el trabajo de otros, y al proletariado asalariado del campo. Su tarea será llevar a cabo la nueva organización de las tierras con el fin de establecer la utilización y la explotación de la tierra sobre los principios comunistas.
Al igual que la industria, la tierra, explotada y cultivada por generaciones sucesivas de trabajadores, es el producto de sus esfuerzos comunes. Pertenece también a todo el pueblo trabajador en su conjunto y a nadie en particular. Como propiedad común, es inalienable; la tierra no puede ser ya objeto de compra, venta o arrendamiento; no puede ya servir de medio de explotación del trabajo de otros.
La tierra es también una especie de taller popular común en el que el mundo de los trabajadores produce los medios para vivir. Pero es un tipo de taller en el que cada trabajador (campesino) ha tomado la costumbre, gracias a ciertas condiciones históricas, de realizar el trabajo por sí mismo, e independientemente de otros productores. Mientras que, en la industria, el método colectivo de trabajo es esencialmente necesario y el único posible, en la agricultura no lo es en la actualidad. La mayor parte de los campesinos cultivan la tierra por sus propios medios.
Por lo tanto, cuando las tierras y los medios para su explotación pasen a los campesinos, sin posibilidad de venta ni de arrendamiento, la cuestión de las formas de su usufructo y de los medios de su explotación (comunalmente o en familia) no hallará de inmediato una solución completa y definitiva, como sucederá en la industria. Los primeros tiempos se echará mano, muy probablemente, a un medio y otro.
Serán los campesinos revolucionarios los que establecerán la forma definitiva de explotación y de usufructo de la tierra. No es posible ninguna presión desde fuera sobre esta cuestión.
No obstante, puesto que consideramos que sólo la sociedad comunista, en nombre de la cual se habrá hecho la revolución social, libera a los trabajadores de su situación de esclavos y de explotados, y les da una libertad completa y la igualdad, puesto que los campesinos constituyen la mayoría aplastante de la población (alrededor del 85% en Rusia) y que, por tanto, el régimen agrario establecido por los campesinos será el factor decisivo en los destinos de la revolución, y puesto que, por último, la economía privada en la agricultura conduce, lo mismo que la industria privada, al comercio, la acumulación, la propiedad privada y la restauración del capital, nuestro deber será hacer, desde el principio, todo lo necesario para facilitar la solución a la cuestión agraria en un sentido colectivo.
Con ese objetivo, debemos desde ahora llevar a los campesinos una fuerte propaganda en favor de la economía agraria colectiva.
La fundación de una Unión específica de campesinos con tendencia libertaria facilitará considerablemente esta labor.
En este sentido, el progreso técnico va a tener una importancia enorme, facilitando la evolución de la agricultura, y también la realización del comunismo en las ciudades, sobre todo en la industria. Si, en sus relaciones con los campesinos, los obreros no van a actuar individualmente o por grupos separados, sino como un inmenso colectivo comunista, abarcando ramas enteras de la industria, si piensan además en las necesidades vitales del campo y suministran a todos tanto los objetos de uso cotidiano como los instrumentos y máquinas para la explotación colectiva de la tierra, eso impulsará con certeza a los campesinos hacia el comunismo en la agricultura.

La defensa de la revolución
La cuestión de la defensa de la revolución se relaciona también con el problema del "primer día". En el fondo, el medio más poderoso de defensa de la revolución es la feliz solución de sus problemas positivos: la producción, el consumo y la tierra. Una vez resueltos esos problemas de una manera justa, ninguna fuerza contrarrevolucionaria podrá hacer cambiar o vacilar el régimen libre de los trabajadores. No obstante, los trabajadores tendrán que sufrir, a pesar de todo, una lucha severa contra los enemigos de la revolución, con el fin de defender y mantener su existencia concreta.
La revolución social, que amenaza los privilegios y la existencia misma de las clases no trabajadoras de la sociedad actual, provocará inevitablemente, por parte de estas clases, una resistencia desesperada que tomará el cariz de una guerra civil encarnizada.
Como la experiencia rusa ha demostrado, una guerra civil así será cosa de varios años, y no de varios meses.
Por muy felices que sean los primeros pasos de los trabajadores al principio de la revolución, las clases dominantes conservarán por bastante tiempo una enorme capacidad de resistencia. Durante varios años, desarrollarán ofensivas contra la revolución, tratando de reconquistar el poder y los privilegios de los que se les ha privado.
Un ejército numeroso, la técnica y la estrategia militares, el capital... todo se lanzará contra los trabajadores victoriosos.
Con el fin de conservar las conquistas de la revolución, estos últimos deberán crear los órganos de defensa de la revolución para oponer a la ofensiva de la reacción una fuerza combativa, correspondiente a la altura de su tarea. Los primeros días de la revolución, esta fuerza combativa estará formada por todos los obreros y campesinos armados. Pero, esta fuerza armada espontánea no será válida más que los primeros días, cuando la guerra civil no haya alcanzado aún su punto culminante y las dos partes en lucha no hayan creado todavía organizaciones militares regularmente constituidas.
En la revolución social, el momento más crítico no es el de la supresión de la autoridad, sino el siguiente: aquel en que las fuerzas del régimen abatido desarrollan una ofensiva general contra los trabajadores y en el que se trata de salvaguardar las conquistas alcanzadas.
El propio carácter de esta ofensiva, así como la técnica de desarrollo de la guerra civil, obligarán a los trabajadores a crear unos contingentes revolucionarios determinados. La esencia y principios fundamentales de estas formaciones deben ser determinadas previamente. Negando los métodos estatistas y autoritarios de gobierno de las masas, negamos por eso mismo el medio estatista de organizar la fuerza militar de los trabajadores, o dicho de otra manera, el principio de un ejército estatal basado en el servicio militar obligatorio. Es el principio del voluntariado, de acuerdo con las posiciones fundamentales del comunismo libertario, el que debe ponerse en la base de las formaciones militares de los trabajadores. Los destacamentos de guerrilleros insurgentes, obreros y campesinos, que llevaron la acción en la revolución rusa, pueden citarse como ejemplo de tales formaciones.
Sin embargo, no hay que ver el voluntariado y la acción de los guerrilleros en el sentido estricto de esos términos, es decir, como una lucha de los destacamentos obreros y campesinos contra el enemigo local, no coordinados entre sí por un plan operativo general y actuando cada uno bajo su propia responsabilidad, asumiendo sus propios riesgos y peligros. La acción y la táctica de los guerrilleros deberán orientarse, en el período de su desarrollo completo, según una estrategia revolucionaria común.
Semejante a cualquier otra guerra, la guerra civil no podría desarrollarse con éxito por los trabajadores si no aplican los dos principios fundamentales de toda acción militar: la unidad del plan de operaciones y la unidad de un mando común. El momento más crítico de la revolución será aquel en que la burguesía marche contra la revolución con fuerzas organizadas. Ese momento crítico obligará a los trabajadores a recurrir a los principios de la estrategia militar.
De este modo, vistas las necesidades de la estrategia militar, y también de la estrategia de la contrarrevolución, las fuerzas armadas de la revolución deberán fundirse inevitablemente en un ejército revolucionario general con un mando común y un plan de operaciones también común.
Los siguientes principios serán la base de este ejército:
a) El carácter de clase del ejército
b) El voluntariado (toda obligación será excluida de forma absoluta de la obra de la defensa revolucionaria)
c) La disciplina libre (auto-disciplina) revolucionaria: el voluntariado y la autodisciplina revolucionaria se armonizarán por completo y harán al ejército de la revolución moralmente más fuerte que cualquier otro ejército del Estado.
d) La sumisión absoluta del ejército revolucionario a las masas obreras y campesinas, en la persona de organismos obreros y campesinos comunes para todo el país, situados por las masas en los puestos directivos de la vida económica y social.
Dicho de otro modo: el órgano de la defensa de la revolución encargado de combatir la contrarrevolución, tanto mediante frentes militares abiertos como desde la guerra civil interna (los complots de la burguesía, los preparativos de las acciones contrarrevolucionarias, etc) será asunto de las organizaciones productoras obreras y campesinas, a las que se someterá y por las que se orientará políticamente.
Nota: Antes de constituirse conforme a principios comunistas libertarios determinados, el ejército en sí no debe considerarse como un elemento fundamental. No es sino la consecuencia de la estrategia militar de la revolución, una medida estratégica a la que serán fatalmente conducidos los trabajadores por el proceso mismo de la guerra civil. Pero esta medida debe atraer la atención desde el principio. Debe ser cuidadosamente estudiada con el fin de evitar, en su obra de protección y defensa de la revolución, todo retraso irreparable, pues los retrasos en los días de la guerra civil podrán resultar nefastos para el desenlace toda revolución social.


Parte organizativa


Los principios de la organización anarquista
Las posiciones generales constructivas expresadas más arriba constituyen la plataforma de organización de las fuerzas revolucionarias del anarquismo.
Esta plataforma, con una orientación teórica y táctica determinada, aparece como el mínimo necesario para reunir con urgencia a todos los militantes del movimiento anarquista organizado.
Su tarea es agrupar en torno a sí todos los elementos sanos del movimiento anarquista en una sola organización general, activa y permanente: la Unión General de Anarquistas. Las fuerzas de todos los militantes activos del anarquismo deberán orientarse hacia la creación de esta organización.
Los principios fundamentales de organización de una Unión General de Anarquistas deberán ser los siguientes:

1. La unidad teórica
La teoría representa la fuerza que dirige la actividad de las personas y las organizaciones por una vía definida y con un objetivo determinado. Naturalmente, debe ser común a todas las personas y a todas las organizaciones adheridas a la Unión General de Anarquistas. Toda la actividad de ésta, tanto en su carácter general como particular, debe estar en concordancia perfecta y constante con los principios teóricos profesados por la Unión.

2. La unidad táctica o método colectivo de acción
Los métodos tácticos empleados por los miembros separados o los grupos de la Unión deber ser igualmente unitarios, es decir, deben encontrarse en rigurosa concordancia tanto entre ellos como con la teoría y la táctica generales de la Unión.
Una línea táctica común en el movimiento tiene una importancia decisiva para la existencia de la organización y de todo el movimiento: lo libera del efecto nefasto de varias tácticas que se neutralizan mutuamente, concentra todas las fuerzas del movimiento, le hace tomar una dirección común hacia un objetivo determinado.

3. La responsabilidad colectiva
La práctica consistente en actuar bajo la responsabilidad personal debe ser condenada firmemente y rechazada en las filas del movimiento anarquista.
Los terrenos de la vida revolucionaria social y política son ante todo profundamente colectivos por su naturaleza. La actividad social revolucionaria no puede fundarse en esos terrenos sobre una responsabilidad personal de militantes aislados.
El órgano ejecutivo del movimiento anarquista general -la Unión Anarquista- al dirigirse de manera decisiva contra la táctica del individualismo irresponsable, introduce en sus filas el principio de la responsabilidad colectiva: la Unión entera será responsable de la actividad revolucionaria y política de cada miembro; del mismo modo, cada miembro será responsable de la actividad revolucionaria y política de toda la Unión.

4. El federalismo
El anarquismo ha negado siempre la organización centralizada, tanto en el terreno de la vida social como en el de su acción política. El sistema de centralización tiende a aminorar el espíritu crítico, de iniciativa e independencia de cada individuo, y a la sumisión ciega al "centro" de las grandes masas. Las consecuencias naturales e inevitables de este sistema son la servidumbre y la mecanización de la vida social y de la vida de partidos.
Frente al centralismo, el anarquismo ha profesado y defendido siempre el principio del federalismo, que concilia la independencia y la iniciativa del individuo o de la organización con el servicio de la causa común.
Conciliando la idea de la independencia y de la plenitud de derechos de cada individuo con el servicio de las necesidades sociales, el federalismo abre las puertas a toda manifestación sana de las facultades de cada individualidad.
Pero con cierta frecuencia, el principio federalista se ha deformado en las filas anarquistas: se concibió demasiado frecuentemente con el derecho a manifestar sobre todo el "ego", sin la obligación de tener en cuenta los deberes de la organización. Esta falsa interpretación desorganizó nuestro movimiento en el pasado. Ya es hora de ponerle fin de manera irreversible.
El federalismo significa el libre entendimiento de individuos y organizaciones para un trabajo colectivo orientado hacia un objetivo común. Tal entendimiento y la unión federativa consecuente se convierten en realidades, en lugar de ser ficciones e ilusiones, con la condición sine que non de que todos los participantes cumplan de la manera más completa con los deberes aceptados y se conformen con las decisiones tomadas en común.
En una obra social tan amplia como sea la base federalista sobre la que se asienta, no puede haber derechos sin obligaciones, como no puede haber decisiones sin su ejecución. Es menos admisible en una organización anarquista, que asume exclusivamente las obligaciones de los trabajadores y su revolución social.
Por lo tanto, el tipo federalista de organización anarquista, reconociendo a cada miembro de la organización el derecho a la independencia, a la opinión libre, a la iniciativa y a la libertad individual, asigna a cada uno deberes organizativos determinados, exigiéndole su rigurosa ejecución, así como la ejecución de las decisiones tomadas en común.
La idea de la Unión General Anarquista plantea el problema de la coordinación y el acuerdo de las actividades de todas las fuerzas del movimiento anarquista. Cada organización adherida a la Unión representa una célula vital que forma parte del organismo común. Cada célula tendrá su secretariado, que ejecutará y orientará teóricamente su propio trabajo político y técnico.
Con vistas a la coordinación de la actividad de todas las organizaciones adheridas a la Unión, se creará un órgano especial: el Comité Ejecutivo de la Unión. A su cargo estarán las siguientes funciones: ejecución de las decisiones tomadas por la Unión, orientación teórica y organizativa de la actividad de las organizaciones aisladas conforme a las opciones teóricas y a la línea táctica general de la Unión, expresión clara del estado general del movimiento, mantenimiento de los vínculos de trabajo y organización de todas las asociaciones de la Unión y con otras organizaciones. Los derechos, obligaciones y tareas prácticas del Comité Ejecutivo serán fijados por el Congreso de la Unión.
La Unión General de Anarquistas tiene un fin determinado y concreto. En nombre del éxito de la revolución social, debe ante todo descansar en los elementos más revolucionarios y más radicales entre los campesinos y obreros.
Asumiendo la revolución social, y siendo además una organización antiautoritaria, que aspira a la abolición de la sociedad de clases desde este momento, la Unión General de Anarquistas se basa de manera igual en las dos clases fundamentales de la sociedad actual: los obreros y los campesinos. Servirá del mismo modo a la emancipación de ambas clases.
En lo que concierne a las organizaciones profesionales obreras y revolucionarias de las ciudades, la Unión General de Anarquistas deberá intensificar sus esfuerzos con el fin de convertirse en su pionera y guía teórica. Se traza la misma tarea con la masa campesina explotada. Como puntos de apoyo, desempeñando el mismo papel que los sindicatos profesionales revolucionarios de obreros, la Unión se esforzará por llevar a cabo una red de organizaciones económicas campesinas revolucionarias y, además, una Unión campesina específica, fundada en principios antiautoritarios.
Fruto del núcleo de las masas trabajadoras, la Unión General de Anarquistas debe tomar parte en todas las manifestaciones de la vida, aportando siempre el espíritu de organización, de perseverancia, de actividad y de ofensiva. Sólo en ese caso podrá cumplir su tarea, su misión teórica e histórica en la revolución social de los trabajadores, y llegar a ser la iniciativa organizada de su proceso emancipador.